No importa en qué lugar estemos, sea una playa con los amigos, en un paseo de campo familiar, una reunión de negocios, tal vez nos encontremos simplemente dando una vuelta al parque más cercano del conjunto. Siempre estamos expuestos a impactar vidas sea de los seres más allegados o de perfectos desconocidos.
Una de las sensaciones más tristes del ser humano es sentirse que no está avanzando, que no está logrando nada. ¿Pero, cuantos cuidamos nuestra forma de vivir para aportar al avance de los que nos rodean? ¿Cuántos estamos dispuestos a renunciar a algunas cosas materiales u oportunidades para permitir que otros las disfruten?
La historia cuenta que nosotros los seres humanos tenemos un sentido de supervivencia y en la práctica se evidencia a la defensa y preservación de uno mismo o de los suyos. Dicho esto, es casi probable que ninguno de nosotros esté dispuesto a renunciar a algo que nos beneficia o que beneficia a nuestro núcleo familiar.
Siendo lo anterior una explicación de nuestra naturaleza y del porque se vive una continua competencia por alcanzar algo determinado, sea el frente que sea (familiar, profesional, económico, entre otros).
La realidad es que no hemos sido invitados a existir para esto; si nos remitimos a los grandes de la historia, fueron personajes que no competían contra nadie, sino que buscaban vencer sus limitaciones, controlar sus capacidades y en la gran mayoría de los casos ponerlas al servicio de los demás. Entonces, hemos sido burlados con la idea de ser cada día mejor que otros y la verdad es que podemos mejorar pero nunca seremos los mejores, siempre habrá alguien que nos cueste superar.
Tenemos un gran ejemplo de un estilo de vida correcto, este fue Jesús, el cual por medio de sencillos actos logró rescatar infinidad de vidas de la perdición. Un ejemplo de esto es cuando toma parte de su tiempo para mostrar misericordia y bondad a una mujer samaritana. A través de una sencilla conversación logró que esta cambiara el rumbo de su vida. Jesús fue esa persona quien no se limitó a ayudar a sus amigos, a enseñar a los grandes pensadores, a trabajar con los personajes de mejor reputación; sino que se entregó por completo para rescatarnos de toda maldad y hacernos puros a todos, con la misión de hacer el bien, garantizando una vida de felicidad. Implantando en nosotros el poder de vencer el mal con el bien haciendo sentir al prójimo seguro, feliz y amado.
Estos sencillos actos de bondad nos muestran que con pequeños actos pueden transformar la línea temporal en la que vives, Jesús nos reta siempre a tratar de parecernos a él y transformar nuestras vidas desde el interior.
Yasmin Montañez