“Quien no vive para servir no sirve para vivir” dice una frase célebre, y cuánta verdad encontramos en esto, pues en nuestro manual de vida hallamos una perla que dice: «Si alguno de ustedes quiere ser el más importante, deberá ocupar el último lugar y ser el servidor de todos los demás.»
Desarrollando el concepto, encontramos que servicio hace referencia a un trabajo que se desempeña en función de otra persona, es un bien intangible que trata de dedicación y empeño.
Por lo general, sentimos un deseo innato de ayudar y servir a quienes amamos, por ejemplo; en nuestro hogar lo hacemos motivados y con un corazón dispuesto. En nuestra área laboral, servimos motivados por la responsabilidad y contraprestación que representa. A veces también lo hacemos frente a la eventual necesidad de alguien y somos útiles para esas personas que van de paso.
En algunas ocasiones he tenido ciertas experiencias con personas muy amables y dispuestas en el desempeño de su trabajo, por ejemplo; en el área de ventas cuando un asesor se acerca para ofrecerme algún bien o servicio de su portafolio, despliega toda su atención y carisma en su intención de venta, tan cálido y cordial logra cautivar mi atención, no obstante, al agradecerle por su tiempo y no adquirir su producto, se retira. Al cabo de unos pocos minutos cuando cambia su rol y puedo presenciar su comportamiento a nivel personal, he llegado a sorprenderme ¡demasiado!, al escuchar que esa misma boca de donde salieron palabras tan moderadas y acogedoramente diseñadas, sea la misma boca que transgrede el lenguaje con palabras soeces que expresan su verdadero yo, en medio de algarabía y comentarios con sus compañeros de trabajo, con un descuido evidente de su ambiente laboral.
Tal es el caso también de algunos asesores de ventas telefónicas, por ejemplo; cuando nos llaman de alguna compañía de seguros; el asesor tan comprometido con su guion, lo recita al pie de la letra y su amabilidad brilla tanto que parece que mi bienestar fuera su mayor preocupación, pero en algunos casos después de la constante insistencia, les reitero mi negativa en aceptar su ofrecimiento y sin dudar un segundo, abruptamente cuelgan la llamada sin mediar despedida alguna.
Comportamientos como estos dejan mucho qué pensar. Me inquieta la duda sobre quienes eligen a su personal, y he llegado a la conclusión que muy seguramente no se toman el tiempo para contratar a sus trabajadores con el perfil idóneo para el cargo, además parece que carecen del entrenamiento necesario. Sin embargo, pienso que por más instrucción que llegaran a recibir, una persona íntegra no se hace de la noche a la mañana, pues habrá tenido que ser cultivada con el tiempo y procesada en bruto para ser pulida y brillar en todo escenario como una joya.
Así mismo ocurre en la vida diaria, pues descubriendo nuestra propia realidad, cuantas veces hemos servido con una cara aparente que al primer descuido se desvanece y sale el verdadero yo, que con un gesto negativo deja al descubierto la incomodidad por el compromiso de atender con dedicación la tarea encomendada.
El tiempo que dedicamos al servicio de otros se traduce en amor por ellos y es por eso que debemos tener muy clara la intención de nuestro corazón cuando decidimos servir, pues esta debe ser motivada por el amor a Dios y al prójimo, sin máscaras, sin queja, sin doble moral, sin buscar figurar o pretender aparentar por que entonces, ¿de qué vale hacerlo si tu corazón no ama hacerlo?
Fácil fue determinar la actuación en estos asesores de ventas, ¿pero en nosotros?
¿Entregamos realmente un tiempo de servicio digno como haciéndolo para el Señor? o simplemente por compromiso u obligación.
La reflexión de hoy es para continuar firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, así Jesús nos enseña: “Pues, si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes… Dichosos serán si lo ponen en práctica.” Juan 13: 14,15,17
¿Diariamente a cuántas personas sirves fuera de tu hogar y de tu trabajo?
Como plan de vida, propongámonos una meta diaria y plantemos semillas de amor a través de enseñanzas y obras que edifiquen.
Cuando ayudamos a otros, servimos a Dios y siempre hallaremos más dicha en dar que en recibir.
DAYANA RUIZ