Recordemos cuando nos dieron la noticia de que seriamos papás. ¡Vaya! ¡Qué día!
Es una sensación única e indescriptible; para nosotras las mujeres además de que emocionalmente empezamos a conectar nuestra mente y corazón con el vientre, crece como la espuma la expectativa de todo el proceso materno que se gesta en nuestro interior. En cuanto al hombre; sin esperarlo, es como si se reventara una burbuja de jabón frente a sus ojos. Pero para juntos, una noticia increíble.
Día tras día, así como se hace cada vez más notorio el embarazo, así mismo va creciendo el amor de padres por nuestros hijos y ese deseo de ya tenerlo en nuestros brazos. Aún sin verlo, crece más y más en volumen, así como la emoción en nuestro corazón crece, queriendo desbordarse de alegría y cada vez más, al acercarse el gran día del alumbramiento. Ya pronto podremos contemplar y acoger hacia nuestro pecho, a ese pedacito de vida que un día muy cercano nos llamará “mamá” y “papá”.
Nunca olvidemos este tiempo, en el cual se nos permitió sembrar y el Señor como un acto de amor, nos ha permitido experimentar lo que significa el privilegio de ser padres. Nos ha sido encomendada como una gran tarea que debemos hacer con dedicación y empeño, pues ha puesto en nuestras manos a sus hijos, para que hagamos de ellos, hombres y mujeres de bien.
¿Pero qué significa esto? Tal vez muchos dirán que es suplir sus necesidades y enseñarles a trabajar para que sean rectos. Otros pensarán que es llenarlo de cosas para que nunca les falte nada, como de pronto nos faltó a nosotros.
Muchos creerán que es poner a su disposición, todos los bienes materiales posibles que hagan que socialmente se relacione muy bien, con la finalidad de crear contactos con los que forjará su camino al éxito. Y en fin…
Para unos y para otros representa una solución diferente en su modelo de crianza.
¿Pero de qué se trata realmente?
Todos vinimos a este mundo con un propósito. Ahora detengámonos a pensar en el creador de todo, en el que no solo decidió soplar aliento de vida en todos nosotros, sino que se tomó el tiempo de diseñarnos a cada uno. Antes que nosotros, Él es padre y nos diseñó como sus hijos y tiene cuidado de todos porque es un padre bueno. Entonces no nos deja solos en esta tarea de ser padres, él nos deja en su palabra la enseñanza y un camino con direcciones claras.
Primero que todo, vayamos siempre a papá Dios y busquemos con vehemencia su guía para la crianza, que nos ayude a actuar con sabiduría y siempre en amor con nuestros hijos con el fin de edificarlos y aportar principios fundamentales a sus vidas.
Vivimos en un mundo donde la sociedad ha marcado claramente los estándares de cómo debemos vivir, pero más alto habla la voz de Dios que indica, que no imitemos las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejemos que Él nos transforme en personas nuevas al cambiarnos la manera de pensar. Entonces aprenderemos a conocer la voluntad de Dios para nosotros, la cual es buena, agradable y perfecta.
Muchas veces no entendemos qué pasa con nuestros hijos, porque están teniendo comportamientos que no deseamos, pero debemos hacer un alto en el camino y revisar qué es lo que hemos venido haciendo nosotros. Cuál ha sido ese ejemplo que como padres les hemos dado. Cuáles han sido esas marcas que hemos dejado en sus vidas como huellas que parecen imborrables. Cuáles son esas heridas que hemos dejado en ellos simplemente porque antes de buscar sanar, nos lanzamos a criar todavía sangrando y hemos depositado en ellos toda nuestra ira y frustración.
Quizá pienses que lo has hecho muy bien, y no entiendas nada de lo que sucede en el mundo de tus hijos, pero hoy te invito a hacer parte de ese mundo, a entrar a su vida con respeto, entendimiento y lleno del amor de Dios que te permitirá amarlo sin perfección ni expectativa. Abraza a tus hijos como si no existiera un mañana, sírveles como si fuera el último día, Instrúyelos siendo niños, en el camino correcto, y aun en su vejez no abandonarán la enseñanza. Fija en ellos los principios del reino y siembra la palabra de Dios en sus corazones la cual a su debido tiempo cosechará. Enséñales a obedecer fielmente los mandamientos que el Señor nos da, e infunde en tus hijos el temor de Dios y planta en sus corazones el amor por Él.
Has que se graben la palabra del Dios viviente en el corazón y en la mente; que las aten en sus manos como un signo, y la lleven en su frente como una marca.
Asegúrense de guardar todos los mandamientos y vivir conforme a ellos, entonces quedará demostrado que son de aquellos que aman al Señor, así entonces serán amados del Padre, y su hijo Jesús los amará, y se manifestará en todos ustedes.
Sean padres conforme a la guía de nuestro Padre que está en el cielo y edifiquemos sobre la roca que es Jesús, la vida de cada uno de nuestros hijos que es valiosa.
Que el Señor transforme nuestros corazones y nuestra manera de vivir.
DAYANA RUIZ S.