CRUZANDO EL MAR ROJO

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“Moisés, por su parte, extendió su brazo sobre el mar, y Dios hizo que un fuerte viento soplara durante toda la noche. El viento partió el mar en dos, y en medio dejó un camino de tierra seca. Éxodo 14:21”. ¿Qué hubiese pasado si Moisés no hubiese extendido su brazo sobre al mar? ¿Acaso podríamos dudar que el pueblo hubiese sido salvo por Dios en ese momento? 

Durante la lectura de la Biblia, no solo en este pasaje sino en su totalidad, vemos cómo el pueblo de Israel atravesó muchas adversidades, pero de todas Dios los libró, no porque el pueblo lo mereciera, sino porque Dios prometió guardar su pueblo y durante cada etapa, utilizó a un siervo que él de antemano elegía para cada tiempo, no fue una preparación de condición física, sino de un corazón recto delante de Dios; en este caso, Moisés quien había crecido con los egipcios y con sus costumbres, pero su corazón permaneció desde siempre guardado para Dios. 

¿Pero que es guardar el corazón? encontramos en 1 Pedro 3:3-4 la definición: “Que el adorno de ustedes no sea de cosas externas, como peinados exagerados, o con joyas de oro y vestidos lujosos. La belleza no depende de las apariencias, sino de lo que hay en el corazón. Así que, sean ustedes personas tranquilas y amables. Esta belleza nunca desaparece, y es muy valiosa delante de Dios”. Dicho esto, podemos tener la certeza que cuando Dios le ordenó a Moisés que extendiera su brazo, él sabía de antemano que Moisés oía atentamente su voz y por consiguiente obedecería, siendo un siervo atento y obediente a la voz de Dios.

Entendiendo la situación desde el punto de vista del pueblo, vemos que ellos después de tantos años siendo esclavos de Egipto, estaban de cierta forma conformes con ese estilo de vida, y por eso al leer la historia encontramos que se rebelaron contra Dios por la comida y por las adversidades que durante su camino atravesaron antes de llegar a la tierra prometida, y es que no es fácil acostumbrarse a los cambios y menos creer que vendrá algo mejor. A cuantos de nosotros nos cuesta salir de la zona de confort, nos aterran los cambios porque su destino es incierto y eso nos genera inseguridad, así mismo pasaba con el pueblo de Israel, pero Dios en su infinita misericordia una vez más, les mostró su amor abriendo el mar y dejando un camino de tierra seca para que ellos pudieran pasar.  

Después de ver ese acontecimiento y experimentar sus beneficios, quien podría volver a dudar del poder de Dios y de su bondad. Si seguimos leyendo vemos la resistencia del pueblo a seguir adelante, poniendo por delante muchos supuestos a pesar de lo descrito anteriormente, pero ahora pensemos nosotros cuantas veces hemos pensado que somos mejores que Dios en resolver las cosas, o que Dios se puede equivocar si le damos el control de nuestras vidas. Lo cierto es que esto sucede con mucha frecuencia, creemos que depende de nuestro propio esfuerzo humano lograr el sustento diario y lo hacemos en nuestra fuerza y a nuestra medida, de lo contrario creemos que la provisión no vendrá. 

El verdadero crecimiento intelectual se basa en el conocimiento de la palabra de Dios, porque es allí donde encontramos el sentido de la vida y todas estas cosas por las cuales continuamente sufrimos pasan a segundo plano, porque viviendo como hemos sido llamados a vivir en obediencia, Dios prosperará nuestro camino y promete nunca dejarnos en vergüenza.

La invitación es vivir una vida de fe como vemos que Moisés la practicó y muestra de ello fue cuando cruzó con el pueblo de Dios el mar rojo. Disfrutemos de la tierra prometida viviendo en obediencia con un corazón conforme al corazón de Dios.

Yasmín Astrid Montañez Salamanca

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