Después que Dios había dado los mandamientos y leyes al pueblo, Dios le habló a Moisés y le pidió que subiera al monte nuevamente, para darle instrucciones y mandamientos y así continuar guiando al pueblo. Antes de subir a la montaña, Moisés en compañía de Josué, le dijo al pueblo que dejaría a cargo a Aarón y Ur.
Moisés y Josué suben juntos, pero solo Moisés sube al monte y estuvo en medio de la nube espesa donde Dios le dijo: “Moisés, dile al pueblo que traiga sus ofrendas para mí, puedes recibir oro, plata, bronce, tela, aceite. Porque con esto construirán un santuario, para que yo habite en medio de ellos” Moisés estuvo en el monte cuarenta días y cuarenta noches. Cuando Dios terminó de hablar con Moisés le entregó dos tablas de piedras, con las leyes y mandamientos que estaban escritas con su propio dedo. Cuando los israelitas vieron que Moisés tardaba tanto en bajar del monte, se juntaron alrededor de Aaron y le dijeron, “¡Hey! levántate, haznos dioses que nos guíen porque no sabemos que ha pasado con Moisés, no hay modo de que el baje de ahí.” (En realidad el pueblo de Israel asumía y creía que Moisés había muerto, debido al largo tiempo que estuvo en el monte) estaban completamente aburridos de esperar a Moisés, entonces Aaron les dice que traigan todas las joyas de oro de sus esposas e hijos, y todo el pueblo le obedeció.
Al recibir todo este oro, Aaron lo fundió y con un cincel trabajó hasta darle forma de un becerro, y el pueblo gritó a gran voz, “ISRAÉL, ESTE ES TU DIOS QUE TE HA SACADO DE EGIPTO” (Israel olvidó que el Dios todopoderoso que está en los cielos, fue el que los sacó de Egipto) y Aaron da un grito diciendo “mañana haremos fiesta en honor del señor” Al día siguiente Israel se levantó muy temprano y dieron honor a ese ídolo, bebieron, comieron, y se divirtieron.
Mientras tanto Dios le dijo a Moisés, que bajara porque su pueblo se estaba portando mal, y le ha desobedecido muy rápido. El señor se molestó tanto, que quiso destruir todo el pueblo, excepto a moisés y su familia, pero Moisés le pide al Señor que no se enoje, que no destruya al pueblo, y suplicó que recordara su promesa; Moisés tocó el corazón de Dios y finalmente decidió no destruir al pueblo.
Cuando Moisés bajó y vio el becerro y los bailes, ardió en enojo, y arrojó las piedras y las tablas quebrando lo que Dios había escrito sobre ella. Moisés estaba tan enojado, que arrojó al becerro al fuego, y se volvió nuevamente polvo. Luego se dirigió a Aaron y le preguntó, qué le has hecho a el pueblo, has hecho que comentan un pecado tan grande. Aaron se excusó y mintió culpando primeramente al pueblo y no quiso reconocer su pecado.
Moisés le dijo al pueblo que los que amaban a su Dios vinieran con él, y muchos fueron mientras que aquellos que no creyeron murieron. Moisés habló al pueblo que obedeció, les dijo que Dios los bendice debido a su obediencia, pero al mismo tiempo tuvo que subir al monte a suplicarle a Dios que los perdonara por su terrible pecado. A pesar de todo, Dios le dijo a Moisés que llevara a su pueblo al lugar que él había prometido.
En esta triste y dolorosa historia, vemos la importancia de la fidelidad. Aaron era testigo de la existencia y del poder de Dios, pero en un momento de su vida dejándose llevar por los demás, prefirió agradar al hombre antes que agradar a Dios.
Aaron era el líder encargado y por su falta, hizo que todo el pueblo cayera en pecado. Dios estaba muy enojado y sin duda muy triste en su corazón.
El pueblo de Israel nos muestra la importancia de reconocer nuestro pecado y arrepentirse a tiempo, cambiar nuestra conducta y aceptar las enseñanzas que Dios nos da, porque sus caminos traen vida eterna y siempre nos conducen con propósito.
“¡Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres!” Hechos 5:29
Martha Alexandra Barrios