Hace un tiempo escuché hablar a una mujer de mi iglesia acerca de un sueño que tuvo, en el
cual vio al Señor Jesús que venía en las nubes por su iglesia y ella ilusionada esperando ser
llevada a los cielos, se quedó en espera porque nunca sucedió, pues el Señor Jesús se fue con
todos los salvos, pero ella no estaba allí. Entonces se preguntaba por qué no fue llevada a los
cielos, y una voz de lo alto le respondió: “no fuiste responsable con tus deudas, no pagabas a
tiempo tus cuentas y fuiste descuidada con tus deberes y obligaciones”. Esta mujer se
despiertaó aterrada, reconociendo que debía dinero y tenía deudas congeladas en el tiempo
desde hace varios años, las cuales además seguían acumulando intereses y aún así, para ese
momento estaba pendiente por adquirir otro préstamo.
Y yo sé que te preguntarás: ¿Y mi salvación dependerá de una deuda? Si hasta nos aconsejan
todo el tiempo que el que no se endeuda no tiene y que la única manera de conseguir una
casa, un vehículo o un celular es adquiriendo deuda.
Pero nada de esto tiene que ver con la salvación por su puesto, pero sí con la imagen que
queremos reflejar de Dios, pues siendo sus hijos, somo embajadores de reino y representamos
lo que Él es; entonces, cuan cuidadosos debemos ser a la hora de generar compromisos, pues
nuestros actos hablan en voz alta y debemos ser luz y ejemplo en todo lo que hagamos.
Personalmente, cuando estaba buscando universidades porque tuve el deseo de hacer un
posgrado, el valor era altísimo, sobrepasaba diez veces el valor de mi salario y consideré
seriamente obtener un préstamo con el banco, de esta manera financiarme y diferir la duda
hasta por tres años. Afortunadamente escuché a Dios, quien me indicó que no me apresurara
a tomar decisiones a la ligera y que esperara el momento correcto.
Así fue; tiempo después, decidí retomar la búsqueda del posgrado que anhelaba y lo logré con
una universidad que yo quería y en la modalidad que necesitaba. Lo mejor de todo, a un precio
razonable que me fue posible pagar a lo largo del semestre, ¡Gloria a Dios!
Al analizar todo lo que ocurrió, si me hubiese apresurado a pedir ese préstamo al banco, sería
una esclava de la deuda, tal vez ya hubiese incumplido y la pérdida sería mayor que la
ganancia, pues mi salario actual no es suficiente para pagar la deuda y mucho menos sus altos
intereses que incrementan a diario como una bola de nieve.
En el libro de Romanos el apóstol Pablo dice: “Pagad a todos lo que debéis: al que tributo,
tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra” Romanos
13:7. Por tanto, nuestro deber es ser responsables con todos nuestros compromisos.
Yo por mi propia experiencia puedo decir que me he endeudado por tonterías y cuando no se
cumple incluso con cosas mínimas, queda en tela de juicio el buen nombre, la confiabilidad y
no somos de ejemplo para los demás.
Las deudas son un grillete que nos atamos al cuello y que genera esclavitud con cada acreedor.
Somos esclavos de ellos cuando debemos, sea un banco o un tercero. La libertad financiera
debe ser el sueño de cada uno, pues el Señor nos ha libertado, no para que nos encadenemos
sino para que disfrutemos de toda la prosperidad a la que hemos sido llamados. Vivamos y
apliquemos los principios financieros del reino, los cuales hallamos como lumbrera en el
camino en la biblia y que nos llevan a formarnos con criterios financieros saludables para la
vida.
Realmente vale la pena decir NO a las deudas y ser los mayordomos de los recursos de Dios
aquí en la tierra, tal y como Él nos lo enseña, por que todo cuanto tengamos y poseamos le
pertenece solamente a Él y nosotros somos solamente sus administradores.
Seamos sabios, pidamos consejo a personas de buen testimonio en esta área y crezcamos en
conocimiento respecto a nuestras finanzas para alcanzar la sanidad financiera que tanto
anhelamos.
MARÍA MARGARITA MONTERO