SUMERGIDO

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Nosotros no estamos en el mundo por casualidad, tampoco los acontecimientos son casualidad, debemos partir de la certeza que todos existimos y todas las cosas pasan con un propósito. Podemos empezar a hacer un pequeño recuento de lo que pasó en los tiempos de Jesús.

Como es sabida la promesa que vendría un Salvador, estaba desde tiempos atrás y Dios se lo volvió a recordar al pueblo de Sion por medio del profeta Isaías, pero allí señaló que antes que su venida fuera un hecho, había alguien quien prepararía el camino para que todos estuvieran al tanto de la salvación de Dios. Cuando llegó el tiempo Jesús fue bautizado y de manera especial nos cuenta la palabra de Dios que vino una voz del cielo que decía: “Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia” en otra traducción : “a quién he elegido”. ¿Y por qué elegido? –la esencia de Dios mismo es el amor y fue por ese amor de Dios para con nosotros que envió a Jesús “el elegido “como sacrificio para perdón de nuestros pecados.

Sabemos que el ministerio de Jesús empezó hacia los treinta años de edad, pero así como Dios envió a Juan para preparar el camino, también Dios estaba preparando si se puede llamar así, a Jesús siendo él mismo para el camino que debía pasar; inmediatamente después del bautismo, Jesús fue lleno del espíritu santo y fue tentado por el diablo, pero Jesús tenía implantado el carácter de Dios mismo, y el diablo no pudo hacerlo caer.

Todas las circunstancias difíciles que atravesamos tienen dos motivos; El primero es que somos desobedientes y caminamos por senderos desconocidos y tropezamos. El segundo es porque son tiempos necesarios para que nos preparemos o seamos más fuertes en Dios. Lo más común es que  mientras atravesamos situaciones difíciles es cuando más buscamos la presencia de Dios, y esto es lo que realmente nos fortalece.

En todo tiempo Dios nos muestra su amor y nos invita a vivir en libertad, porque él nos hizo libres, pero nos advierte que no demos paso para que la carne nos gobierne, porque sería volver a la esclavitud, que así como Él nos ha amado nos amemos los unos a los otros, pero no es posible amar a los demás si no estamos sumergidos en la presencia de Dios todos los días, esto debe ser nuestro estilo de vida, teniendo la seguridad que él es nuestro refugio, nuestra guía y renueva nuestras fuerzas. Siempre es la respuesta en medio de las situaciones difíciles. Sabiendo que no hay otro como Él, que desde el inicio de los tiempos nos amó, nos creó dando un sentido a la vida, nos dio propósito y en todo tiempo nos está dando la mano para levantarnos, es nuestro consejero que nunca falla y no hay mejor decisión que permanecer a sus pies.

YASMIN ASTRID MONTAÑEZ SALAMANCA

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