Sabemos que un edificio bien construido es aquel cuyos cimientos son fuertes y son capaces de soportar o sostener el edificio ante cualquier eventualidad que suceda. Sabemos que, si este se llegase agrietar o romper, en seguida concluimos que los cimientos no estaban bien construidos o no eran lo suficientemente estables para mantenerlo de pie. Como toda obra, este tiene un arquitecto y, al momento en que la obra se desploma a raíz de un error en la construcción de los cimientos, en seguida lo señalamos y hacemos todo lo posible por resaltar su falta de pericia en cuanto al asunto.
Digamos que algo más o menos sucede en nuestra vida. Te cuento, en algún momento de mi niñez escuchaba mucho la frase “tú eres el arquitecto de tu vida, tú te encargas de construir tu destino” y siempre veía que esta frase iba apegada al amor, a la abundancia y al crecimiento profesional, es decir, a la autorrealización personal y muy poco al bienestar mental. Es curioso que la mayor parte de nuestras vidas pensamos que tener pareja, dinero y un trabajo estable bien remunerado, son la clave para tener éxito y tranquilidad en la vida, y nos pasamos toda la vida buscando ese éxito y esa tranquilidad, somos una especie de hámster dando vueltas en la rueda sin parar, pensando que vamos a algún lado cuando estamos simplemente corriendo en círculos. Levantamos todo un edificio, un edificio donde colocamos nuestras expectativas, hacemos planes, formulamos ideas, proyectos a mediano y largo plazo, no me mal entiendas, eso no es malo, por el contrario, es bueno, porque eso nos motiva a querer salir adelante, pero ¿te has preguntado alguna vez? ¿Cuál es la base? ¿En qué estoy apoyando estas ideas, estos sueños? ¿En qué estoy apoyando mis planes para alcanzar el éxito que deseo?
Justamente hoy estuve conversando con mi esposo y reflexionamos acerca de las cosas que hemos vivido durante el dos mil veintitrés y llegamos a la conclusión de que era tanta la preocupación por tener una estabilidad económica, por querer cumplir con trabajo y estudios que permitimos que los afanes de la vida le robaran el primer lugar a Dios y nos dimos cuenta, que de nada sirve levantar un edificio si no tenemos el cimiento principal que lo sostiene y es Cristo en nuestras vidas. Recuerdo que hace un tiempo el Señor me decía: “Te preocupas tanto por los afanes de la vida y miras a la derecha e izquierda porque te angustias por lo que ha de suceder, que no te preocupas por lo que verdaderamente importa, por lo que realmente vale la pena desvelarse”. Me costó entender que de nada sirve que yo construya mi edificio con todos mis planes y expectativas del dos mil veinticuatro si al final este no tiene al fundamento principal, la piedra angular que todo lo sostiene.
Bíblicamente hablando, es Cristo el cimiento que sostiene a su iglesia, es la base que tiene sostenida y firme en tierra a su iglesia, por más que el maligno quiere derrumbarla no podrá y, nosotros, como iglesia del Señor estamos cimentados en Él y confiamos en que nos sostiene, en que no importando el porvenir nos mantiene firmes y no permite que este edificio, su iglesia se caiga o se derrumbe ante las diferentes pruebas y dificultades que se nos presenten en el camino.
Te invito a que busques a diario, al único que puede fundamentar tu vida para la eternidad, solo así, tendrás la certeza de un futuro estable, un futuro cimentado en la roca, una roca llamada Cristo.
María Margarita Montero