Pasarse la vida a lo que se presenta en el día a día, no es disfrutar la vida, tampoco regirse a una rutina estricta todos los días para asegurar un fin determinado. En la actualidad se nos ha vendido mucho la idea que estamos solos y solos podemos, y, la verdad es que es la mayor mentira en que incluso los creyentes llegamos a caer, con el apoyo de los líderes motivacionales, consejeros que tienen un enfoque muy alejado de la verdad. Sabiendo que la verdad es Jesucristo.
Sabemos que la certeza de todo está en Dios y él nos dice en Génesis 2:18 “No es bueno que el hombre esté solo”, partimos de esta afirmación nunca será buena la soledad, claro, son importantes los tiempos de reflexión pero no de soledad, que en la práctica tienen sentidos abismales.
Puede que físicamente no establezcamos una relación cercana con otra persona, pero Juan 14:16-18 dice “Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce”. Es importante recordar que el espíritu santo está con nosotros siempre no solo para acompañarnos sino para aconsejarnos.
Estamos expuestos a atravesar situaciones de dificultades, pero eso no nos puede quitar el ánimo, es necesario ejercitar la fe que Dios usará todas estas cosas para bien, sea que veamos los resultados ahora o en la eternidad. Apocalipsis 21:4 dice: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. Este versículo nos habla no de la esperanza para esta vida, sino que tiene sentido de proyección a la esperanza de la vida eterna. 1 Corintios 2:5 dice “para que vuestra fe no descanse en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”. Nosotros hemos sido instruidos por la palabra de Dios, y sabemos que nuestra sabiduría es limitada, pero reconocemos el poder de Dios que es sobre todo lo visible en invisible.
La base de nuestra esperanza está en que por medio de la resurrección de Cristo, nos ha hecho nacer de nuevo, para que tengamos una esperanza viva, y esto es mediante la fe en Él. En la medida que nuestra fe sea real, fuerte, nuestra esperanza estará en la misma medida, pues es la expectativa confiada de lo bueno prometido, entonces debemos asegurar una fe saludable para que nuestra esperanza no se pierda. Y la medida de la fe es el amor; siendo este, la motivación ferviente a obedecer y la certeza de estar siguiendo la verdad.
Dicho esto busquemos siempre que ese amor implantado en nosotros mediante la cobertura de Cristo siempre esté vivo así garantizaremos un desarrollo de vida sano en la esperanza y la fe de un buen porvenir.
YASMIN ASTRID MONTAÑEZ SALAMANCA