La historia comienza aquí, hoy quiero contarte una anécdota que desemboca en el reflejo de una virtud. Esto no sucede usualmente debido a rara vez presto mayor atención a mis virtudes,
más bien tiendo a pasarlas por alto porque prefiero que otros vean esas virtudes y me las reconozcan, no me gusta jactarme de ellas para no sobreestimarme de lo que soy o lo que tengo.
Ustedes se preguntarán porque no me gusta jactarme de lo que soy o de lo que tengo, Bien. Ustedes como lectores debe haberles ocurrido que una persona empiece a presumir de lo que tiene, este empieza a agregar un tono distintivo, este regularme lo acompaña una intención de hacer sentir mal a los demás. La razón: resaltar lo que los demás no tienen. Ese motivo busca hacer sentir mal a los demás. En este momento al escribir esto no me siento así y puedo contar mi historia con tranquilidad y transparencia, así que vayamos a lo que sucedió aquel día con mi amiga.
Un día saliendo de clase desayunábamos con mi amiga en una panadería que frecuento, al llegar aquel lugar notábamos que había muchas personas. Al lograr sentarnos en una mesa, llegó una mesera y nos tomó la orden y con diligencia nos sirvió lo que pedimos. A mi nariz llego un aroma a chocolate, yo fascinado por el olor del chocolate, miré a esta persona a los ojos y le dije muchas gracias este salió con la delicadeza que me distingue. De inmediato, mi amiga me miró con sorpresa y diciendo mi nombre en diminutivo continuó con la siguiente frase:
Oye me encantaría ser como tú, eres muy amable.
Eso me asombró, porque cuando no resaltamos algo de nosotros, Dios usa a otros para dejarnos ver eso que nosotros no notamos. ¿Y es que no sé sí te pasa? Pero es que a veces es más fácil ver nuestras dificultades que nuestras cualidades.
Me quedé analizando lo que ella me dijo, y pensaba ¿Por qué se nos dificulta ser amables con otros? Mi amiga decía que su infancia fue difícil, que intentaba ser amable, pero no le resultaba, por lo que en su casa casi nunca hubo muestras de afecto, y la verdad es que yo tampoco siempre he sido amable, también me costó hasta que lo conocí a ÉL.
Él me enseñó a ver con bondad a las personas, a verlas con amor, me enseñó a tratarlas con amabilidad y sobre todo a respetarlas, porque aunque algunos como yo tuvieron heridas en alguna etapa de su vida, Él se manifiesta de alguna u otra manera para sanar y enseñarles también como lo hizo conmigo, Él es el Espíritu Santo, el da amor al entristecido, gozo al que está deprimido, paz al que está en una tormenta, paciencia al que está desesperado, bondad al que está desilusionado, benignidad al que está en la oscuridad, mansedumbre al que está enojado y dominio propio al que no tiene fuerzas, aunque suene contradictorio, así es el Espíritu Santo, llama a los que ante Sus ojos son de Su agrado y tú que estás leyendo esto, eres du Su agrado.
Para concluir, la amabilidad hace parte del fruto del Espíritu Santo y el Espíritu Santo desea que seamos amable con los demás, que seamos educados, esto debido a que nuestros principios y valores son enseñados en la Biblia; amar a los demás sin importar su cultura, estatus, raza o género, que seamos morales, intelectuales y que se refleje lo que el Espíritu Santo ha introducido en nosotros.
Recuerden hay momentos que pasan en nuestras vidas que se olvidan quizás porque no son relevantes, pero hay otros que llegan al corazón y estos son lo que transformar nuestra vida y son los que nunca se olvidan.
Así que hagamos lo que nos dice la Biblia:
Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia. Colosenses 3: 12
Brayan Polanco