Definimos los hábitos como aquellas actividades o tareas que realizamos constantemente y de manera habitual; un ejemplo simple es el cepillarnos los dientes, una tarea que sabes que si no se hace diariamente, tres veces al día, puede generar problemas que dañan tus dientes. En la niñez nos costaba tener el hábito de realizarlo constantemente, todos en algún punto nos limitábamos con hacerlo una sola vez y pensábamos que eso era más que suficiente, pero ahora que crecimos, ya ni siquiera nos esforzamos y lo hacemos por costumbre después de cada comida. Pensamos en mantener una buena higiene oral y evitar la vergüenza por tener mal aliento. Sin darnos cuenta fuimos creando este y así muchos hábitos. Así hacemos con muchas cosas en nuestra vida, como quien hace deporte o quien
se dedica a algún instrumento, el que lee libros, en fin.
Ahora te pregunto: ¿cuánto tiempo a la semana le dedicas a Dios?, ¿Cada cuanto oras?, ¿Con que frecuencia lees la biblia?, ¿Cada cuanto te preguntas qué puedes hacer para agradar a Dios?
La mayoría crecemos con la idea de que es suficiente con asistir a la iglesia cada domingo y esperar nuevamente la semana siguiente para cumplir con el compromiso de asistir a la congregación. Sin embargo, no entendemos que como es de importante bañarnos a diario, comer a horas o cepillarnos los dientes, mucho más importante es cuidar de nuestra vida espiritual. ¿Pero y cómo podemos hacer
esto? En el libro de los salmos leemos sobre un varón perfecto y bienaventurado que nunca estuvo en camino de malos, que nunca participó ni estuvo en consenso para realizar el mal a su prójimo; este varón perfecto es Cristo Jesús.
Recordemos que el Señor Jesús estando en la tierra, vivió, pensó y sintió como hombre, fue tentado, vituperado, perseguido y afligido, sintió temor, angustia, lloró, se enojó, sintió amor… Todo como un ser humano y como tal, fue un hombre recto, justo, perfecto en los caminos de Dios y nunca se apartó del bien. El Señor Jesús, conforme leemos en los salmos, vivió en angustia y aflicción, sufrió pruebas como
todos, pero con ellos también nos mostró la salida y nos enseñó sobre el poder de la oración, cuando muy temprano en la mañana le buscaba, oraba y meditaba en Dios. Y si Jesús siendo el unigénito de Dios lo hizo así, cuanto más nosotros necesitamos de este tiempo de intimidad con nuestro padre, nuestro creador.
Como bien dice la palabra: “Dichoso el hombre… que en la ley del Señor se deleita, y en su ley medita de día y de noche”.
Meditar es que nuestro corazón esté en constante anhelo por Dios, conocer sus mandatos y pensar en su palabra, por eso tener el hábito de leer la biblia es tan importante, además de mantenernos en constante oración, congregarnos habitualmente, procurar el cambio en nuestras vidas y preguntarnos: ¿qué me está
enseñando Dios?, ¿Qué tengo que mejorar para agradarle?, además de eso recordar y pensar en lo que nos enseña y nos invita que hagamos. Meditar es en pocas palabras es estar atentos, conectados en todo momento al Espíritu Santo y perseverando constantemente en esa intimidad con Dios.
Recordemos que Dios ama a quien tiene su corazón dispuesto para Él y va adelante guiándonos en nuestros caminos. Seamos sinceros con Dios y seamos imitadores del Señor Jesús.
¿Te acuerdas cuando mencioné que Él vivió y sintió como hombre? Precisamente para entendernos, pero también darnos el ejemplo de que sí se puede vivir una vida recta delante de Dios y lo mejor, es que contamos con su ayuda y con la guía del Espíritu Santo. La biblia es nuestro manual y allí encontramos la salida y la solución a todas nuestras dudas y dificultades.
Algunos argumentos en nuestra vida son: “Es que no sé orar”, “es que no entiendo la biblia”, “es que no tengo tiempo” …
Sí, yo también he pasado por esa situación, acostumbrate a escuchar habitualmente música de alabanza y también te sugiero: 1) Cuando no sepas cómo orar o no tienes palabras para alabar a Dios, lee salmos, allí encontrarás modelos de oración y alabanzas. 2) Empieza leyendo al menos un capítulo de la biblia, pero antes de iniciar, pídele a Dios que a través de su Espíritu Santo traiga entendimiento y revelación. 3) Recuerda, la oración no tiene regla de tiempo. Sea corta o larga, ora con fe y convicción de que Dios está justo a tu lado escuchando atentamente lo que dices. A Dios le gusta que le hables como si le hablaras a un amigo, con detalles y expresando tus pensamientos y sentimientos.
Lo más importante es que en todo tengas el corazón dispuesto y que el tiempo que dediques, sea con amor y la reverencia que se merece el Señor. Recuerda que su palabra dice que Él está a la puerta y llama y está a la espera que abramos las puertas de nuestro corazón para recibirle.
María Margarita Montero
Que linda forma de invitarnos a tener una constante comunión, buscando a Dios de forma intencional. A manera personal puedo decir que es muy importante buscarle todos los días, él es la energía que necesitamos para a diario lograr todo lo que queremos lograr.