PROPÓSITO

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En la biblia leemos que el pueblo de Israel fue escogido entre todos los pueblos para ser los escogidos de Dios, claramente leemos cómo Dios les dio respaldo, les dio victoria en las batallas, les dio riquezas, bienes, eran el pueblo del Dios viviente, que prevalecía por sobre sus enemigos, un pueblo destinado a triunfar y que era la envidia de las demás naciones porque sus dioses no hacían lo que el Dios de los hebreos hacía.
Lastimosamente, no debemos olvidar que el pueblo de Israel, más que todo el pueblo judío, se apartó de su Dios; leemos que a raíz de esto fueron despojados de su gloria, ejércitos de otras naciones los mataban, los saqueaban, incluso los llevaron cautivos y pasaron de ser la luz de las naciones a ser burla, sin embargo, pese a que Dios había desbordado su ira y castigó severamente al pueblo, nunca apartó su misericordia de ellos.
La biblia nos narra que estuvieron cautivos durante setenta años, tiempo en el que estuvieron bajo el dominio del imperio de Babilonia y luego del imperio persa, es ahí cuando el pueblo, que a partir de ahora llamaremos remanente, se vio obligado a seguir con su vida, mientras soportaban como el resto del pueblo que quedó en el territorio judío, muriendo de hambre, enfermedades o siendo asesinados.
Dios en su misericordia guardó la vida del remanente que estaba cautivo y no permitió que su pueblo se extinguiese, les llenó de esperanza, les dio confianza de que pronto volverían a su territorio y reestablecería su pueblo y allí mostraría su gloria; finalmente el pueblo de Dios se multiplicó y consiguió regresar a su tierra después de setenta años de cautiverio.
Tal vez te preguntes ¿por qué me estás contando esta historia?, la pregunta es buena y la respuesta es mucho mejor. Resulta que del remanente vino el Señor Jesús, nuestro Salvador. Ese remanente que se mantuvo cautivo pero que Dios guardó para que de allí viniese el salvador; el Señor Jesús quien muriendo por nosotros, cambió el método de salvación, nos reconcilió por medio de su muerte con el Padre y nos hizo coherederos de la gracia.
Recordemos que en la biblia dice: “la salvación viene de los judíos”; en su momento ni siquiera los profetas que anunciaban la venida del Señor Jesús y de su Reino lo entendían, pero ansiaban conocerle y vivir estas experiencias, sin embargo, Dios claramente tenía un propósito, que aún hoy continúa cumpliéndose.
Cada uno de nosotros tenemos planes, metas, anhelos y nuestra vida gira en torno a cumplirlos, pero es Dios quien permite lo que considera conveniente para nosotros. Muchas veces no entendemos y no comprendemos el porqué, con mayor razón cuando vemos que los planes de Dios no van acorde con nuestros propios planes, tengamos en claro algo, “nosotros sabemos lo que queremos, pero Dios sabe lo que necesitamos”. Tal como hizo con el remanente cuando los guardó y los mantuvo con vida para que se cumpliese el propósito del evangelio del Señor Jesús, así también hace con nosotros, nos guarda, nos enseña, nos guía y nos dice, “ponme en el primer lugar de tu corazón que yo me encargo del resto”, para ayudarnos a cumplir el propósito de Él en nuestras vidas, el cual es llegar a la meta, ganar la vida eterna y ascender con Cristo en su segunda venida.

María Margarita Montero

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