EN TIEMPOS DE SODOMA

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En lo posible, como seres humanos buscamos alejarnos, cambiar o eliminar situaciones, personas e incluso hábitos que limitan nuestro crecimiento espiritual, emocional y/o profesional.  Aún las plantas pasan por una poda natural, primero muere la rama, luego se desprende y por último se cicatriza. Así como en las plantas la poda es necesaria, también lo es para nosotros, está bien morir a ciertas conductas, actitudes, pensamientos y hábitos mal sanos que nos impiden dar fruto. 

En la Biblia se narra la historia de Sodoma y Gomorra, dos ciudades mencionadas en el libro de Génesis, en donde los habitantes de estas ciudades eran descritos como grandes pecadores contra Dios, de tal manera que abundaba la fornicación, la soberbia, la avaricia y la perversidad. En la lectura de Génesis 18:20-33 podemos observar cómo Abraham, buscó persuadir a Dios para que las ciudades no fueran destruidas, sin embargo, los pecados practicados eran tan graves, que no se logró encontrar siquiera diez personas haciendo lo correcto. Es así entonces como Dios finalmente decide destruir las ciudades con fuego y azufre caídos del cielo, a causa de sus pecados.

En nuestro mundo actual no es distinto, estamos viviendo tiempos donde abunda el pecado y donde a lo malo se le llama bueno y a lo bueno malo. Donde vivir para agradar a Dios es para fanáticos religiosos y donde el concepto de “disfrutar” la vida, se hace solamente a través de prácticas pecaminosas y cada vez más alejadas de hacer lo correcto, pues se sigue construyendo un ideal de vida basado en una mentalidad retorcida, levantando en nuestros tiempos una reforzada y recargada Sodoma como quien resurge de las cenizas.

Probablemente la imagen de las ciudades calcinadas era repelente y desagradable, una muestra de las consecuencias ante la desobediencia y la descarriada practica de los placeres humanos, pero también hay una imagen de un terreno limpio y fértil que Dios ha dispuesto para reedificar, “Las cosas viejas pasaron, todo puede ser hecho de nuevo”.  

Vivirás temporadas en tu vida en las que Dios, al observar tu falta de discernimiento, tendrá que eliminar o cortar lo que sea necesario, con el fin de darte la oportunidad de renovarte, purificarte, traer libertad y seguridad, para que proyectes la oportunidad de edificar una vida con él. Probablemente pases por el llanto, desanimo, dolor, pero todo hace parte del premio mayor. Pensemos en qué mundo queremos vivir y verlo para contarlo, si tu deseo es aportar camino hacia un mundo en destrucción, o ser esa semilla que se planta en tierra fértil y produce un fruto tan abundante que alcanza a cientos de miles haciendo lo que es agradable, lo bueno, lo justo, lo amable.

Sé una nueva ciudad, en donde muchos deseen habitar y donde Dios se agrade de morar.

Mileydis Angulo Ortega

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