LIDERAZGO SALUDABLE

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Cuando hablamos de líder, muchas veces nuestra mente nos lleva hacia los dirigentes de nuestros País o hacia personas de mucha influencia en lugares en el que se ostenta mucho poder. Pero el liderazgo está más cerca de lo que pensamos, somos punta de lanza en diferentes escenarios y ejercemos el liderazgo de diferentes maneras.

Somos lideres cuando dirigimos o encabezamos un grupo, y esta posición tiene un nivel alto de importancia, pues indica que encaminamos a un conjunto de personas hacia un destino o resultado.

El liderazgo debe ser gestionado por personas capaces y sobre todo, por personas dispuestas y con un corazón de servicio. 

No se es un verdadero líder solo por presumir tener el título, o cuando se ha obtenido de manera irregular. Tampoco ejerce un liderazgo apropiado quien quiere ostentar la posición por vanidad u orgullo, pues a su debido tiempo cosechará sus frutos y su labor fracasará.

Tenemos que tener por principio que el verdadero líder, tiene que haber tenido primero un encuentro con la autoridad de Dios, pues de otro modo no sería el(la) idóneo(a) para ser su autoridad delegada. 

Cuando lideramos estamos ejerciendo autoridad sobre quienes tenemos a cargo y el asegurarnos de hacerlo bien, corresponde a ser una autoridad delegada de Dios para determinado propósito. Recordemos lo que nos enseña la palabra cuando dice: “Él controla el curso de los sucesos del mundo; él quita reyes y pone otros reyes. Él da sabiduría a los sabios y conocimiento a los estudiosos.”

De Dios es la autoridad y el poder y todo aquel que ocupa el lugar del liderazgo, ha sido instituido por Dios mismo. Entonces; no ejercemos esa posición para figurar, ni para controlar, mucho menos para que nuestro ego se eleve. Ocupamos esos lugares por que Dios pone en nuestras manos con plena confianza una responsabilidad de servir para su reino desde cualquier área en la que nos haya instituido, con un corazón de servidor, manso y humilde, no con la intención de sentirnos superiores. 

Quien mejor que Jesús para enseñarnos que no vinimos para ser servidos sino para servir. Quien mejor que él, quien nos enseñó lo que debía ser la persona detrás del titulo de líder, una persona conforme al corazón de Dios, con un corazón dispuesto al servicio, viendo a los demás como superiores a sí mismo, pero con el carácter propio de dirigir de manera saludable y con el único propósito de edificar vidas y construir para el reino de Dios.

Esto no sólo lo hacemos dentro de la iglesia, estos son principios propios del liderazgo sea cual sea el escenario, el buen líder siempre está sujeto a una autoridad y rinde cuentas con voluntad, de este modo estará en posición de pedirlas. 

Un buen líder es íntegro, coherente y ejemplar, es ese punto de referencia en el camino de muchos, quienes lo observan y de quien se aprende. El buen líder es una persona que no vive en competencia con sus pares, pues se mantiene en aprendizaje y con un corazón enseñable. El buen líder tampoco compite con quienes dirige, pues el fin mismo del liderazgo, es equiparlos para que a su debido tiempo lideren bien a otros.

Un liderazgo saludable nos permite avanzar en el camino y dentro del propósito de los planes de Dios. El buen líder no permite que sus emociones lo controlen, más bien las somete al señorío de Dios, reacciona y establece soluciones con sabiduría manteniéndose en dirección guiada por el Espíritu Santo.

¿Y tú? ¿Qué clase de líder eres? ¿Qué clase de líder quieres ser?

“…manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano.” 1 Corintios 15:58

Dayana Ruiz Sánchez

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