En este blog vamos a abordar un personaje muy importante en la Biblia, este personaje es uno de mis favoritos, personalmente me siento honrada de que me permitieran hablar sobre él. Les contaré de Abraham o mejor conocido como el padre de la fe.
Para quienes no la conocen o no recuerdan su historia, los pondré brevemente en contexto; Abraham, que anteriormente se llamaba Abram, era un hombre que vivía en Ur de los Caldeos, con su esposa, su padre, hermanos y demás familia, él como el resto de sus familiares eran idólatras, pues adoraban a dioses paganos; sin embargo, Dios decide tener misericordia de Él y le dice: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una gran nación, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre y serás bendición. Bendeciré a los que bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” Génesis 12: 1-3 (RVR1960).
Dice la Biblia que Abraham le creyó a Dios, obedeció su voz y se fue hasta la tierra de Canaán habitando como extranjero y nómada, pues se trasladaba de pueblo en pueblo en el mismo territorio. Entonces Dios le dijo: “A tu descendencia daré esta tierra”, afirmando de esta manera la promesa anterior. Y más adelante nuevamente le dice: “Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar, así será tu descendencia” y nuevamente en el mismo capitulo le reafirma: “Yo soy el Señor, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra”. De esta forma, Dios estableció un juramento que según nos cuenta la Biblia, no habiendo nadie por encima de Él, juró por sí mismo a Abraham de que cumpliría su promesa.
Pero hubo un situación y es que Abraham y su esposa ya eran ancianos, además ella era estéril y es ahí donde viene la pregunta: ¿pero cómo Dios le hace semejante promesa si biológicamente ninguno está en condiciones de concebir? En el mismo capítulo de Génesis, Dios le hace la promesa de que le daría un hijo el cual, más adelante también recibiría la promesa de una descendencia incontable y numerosa. Pese a tener todo en contra y que todo era imposible de realizarse ¿sabes que hizo Abraham? Creyó en Dios.
Dice la palabra: “Y creyó al SEÑOR, y se lo contó por justicia.” Tal fue la fe de Abraham que incluso Dios le pidió como sacrificio a su hijo, y ¡ojo!, hijo nacido de la promesa del mismísimo Dios, pero tal era la obediencia de Abraham que así fue a hacerlo.
Abraham nunca dudó, nunca contradijo a Dios, ni tampoco colocó en tela de juicio la promesa, sino que confió en que estaba ante un Dios tan poderoso que cumpliría a cabalidad sus palabras. Puedo seguirte narrando más de sus vivencias con Dios y todas las promesas y mandamientos que le obedeció al Señor, pero el tiempo apremia.
La razón por la cual llamamos a Abraham el padre de la fe, es porque desde el inicio tuvo convicción, creyó en las promesas de Dios; cabe resaltar que Abraham murió y no vio esa descendencia innumerable, pero murió con la certeza de que iba a ser una realidad y así es. Físicamente el pueblo de Israel es descendencia directa de Abraham, pero nosotros que somos llamados gentiles también somos sus descendientes, por medio la fe.
Abraham fue llamado justo no por sus obras, sino por su fe, y llegó a ser llamado “amigo de Dios”, ¡qué privilegio tan grande!
Sigamos el ejemplo de Abraham, seamos parte de ese pacto, de esa promesa maravillosa de ser sus descendientes. Creamos en Dios, confiemos en su palabra, seamos obedientes y fieles como Abraham, sigámosle de corazón y vivamos con Él a diario y permanentemente.
María Margarita Montero