Contextualizando esta parábola, Jesús compara a dos obreros, uno sabio y el otro insensato.
Ambos quisieron construir una casa, pero el sabio edificó su casa sobre la roca, mientras
que el insensato la construyó sobre la arena. Cuando vino la tormenta, las grandes
inundaciones y los fuertes vientos, la casa del sabio se mantuvo firme e inquebrantable,
mientras que la del insensato se derrumbó por completo.
Es de gran importancia decidir donde edificar nuestro hogar, en donde plantar nuestro
corazón y nuestra vida, en términos generales; Jesús no solo hace referencia a un plano
físico y material, se enfatiza muchísimo en el corazón, que es algo muy importante en todos
nosotros, como seres humanos, pues donde esta nuestro corazón está nuestro tesoro y los
resultados buenos y malos de nuestra vida. Dios esta de acuerdo con que edifiquemos, pero
es muy insistente en que tomemos la buena decisión de edificar en un buen lugar, ese lugar
es la roca, la presencia de Dios, el mismo corazón de Dios, ese corazón que sostiene y
sostendrá toda nuestra vida, nos mantendrá firme en medio de los revoltijos que nos traiga
las fuertes tormentas. El corazón de Jesús es la roca mas fuerte, y el lugar mas sabio donde
podemos construir una vida, una fe y una esperanza.
Ahora bien, ¿es posible edificar sobre ruinas? ¿es posible edificar sobre lo que cayó? ¿sobre
algo que fue, que era? Afortunadamente esto no solo se refiere a un plano físico, pero si
fuese así, es posible edificar sobre ruinas, es posible levantarnos en el nombre de Jesús y
edificar aquello que cayó precisamente por no estar plantado sobre esa roca. Si nos
referimos a un plano, espiritual y almática, siempre hay posibilidades de construir sobre las
ruinas, mientras Dios mismo se encarga de ir limpiando todo, porque si le permitimos es el
quien se encarga de perfeccionar esa obra en nosotros. En el siempre hay esperanzas y el
todo absolutamente todo lo hace bueno y mejor, todo lo que esta en manos de nuestro
alfarero viene diseñado con todo lo bueno.