Muchas veces al pensar en la mujer, en medio de esta sociedad, tendremos quizás dos panoramas, uno donde la mujer está siendo empoderada según muchas concepciones e ideologías que le brindan un mayor valor al que muchas creen no tener, el segundo panorama, quizás algo opuesto, la mujer que aún sigue siendo débil, invalorada y que no está viviendo la plenitud de su creación. Creo que al contemplar los dos panoramas caigo en cuenta que nos hemos enviciado con los extremos, hemos determinado el valor de cada mujer por el “hacer” de sus manos, por el “sentir” de sus emociones y por el “decir” de otros. Como mujer soy fiel partidaria del poder que corre en nuestras venas, el poder ser madres, es un poder exclusivo de nosotras, el crear vida es un privilegio, el poder sonrojarse por un alago de nuestra pareja y al mismo tiempo ser la columna de él en medio de su quebranto, muestra una fortaleza mayor de la que nos han hecho creer. Sentir emoción por un suspiro, sonreír con unas flores, ser cubierta por los brazos de mi esposo, en ningún momento me hace débil, es una esencia, es una delicadeza que como Hija amada de mi creador me caracteriza, nos caracteriza, esa sensibilidad, esa frescura, nos hace vivir libres, entender mi linda, preciosa y verdadera naturaleza, me da libertad, una libertad que me hace fuerte, fuerte en lo que soy, en mis convicciones, en mis principios, una fuerza emocional y mental que supera la fuerza física, una fuerza que me da poder, un poder que demanda responsabilidad ante los que me rodean y ante la sociedad donde me desarrollo.
Soy poderosa, gracias a la libertad de reconocer la esencia de mi creación, de lo que soy realmente, por eso irnos a los extremos, desfigura la profundidad de la feminidad única que tenemos, irnos a los extremos solo hace que nos perdamos de los regalos que cada uno de ellos tiene, ser sensibles no es una debilidad, como tampoco lo es ser fuerte. Es necesario ver a través de los ojos de lo integral, como seres creados integralmente, donde ninguna cualidad suprime u oprime a otra, todas son para todas como para una, somos hechas a su imagen y semejanza, somos lo que ÉL quería que fuéramos.
Entender que eres perfecta tal cual eres, desde lo interno a lo externo, es realmente tener el cimiento correcto en tu identidad, buscamos un cambio en una sociedad caída, por supuesto, no hay que decirle sí a las obras de las tinieblas, no debemos soportar el maltrato, pero la respuesta de este cambio, no es desfigurando lo que si eres, es fortaleciendolo, y dandote valor a través de ello, eres sensible y fuerte, eres poderosa y femenina, eres romántica y valiente, eres hija, eres madre, eres SU imagen aquí en la tierra.
Cuando comprendes esto, ÉL se convierte en tu cimiento, Cristo, un ser que restaura, sana y empodera tu identidad. Mujer, busca que tu cimiento sea Cristo, para que tu paternidad, tu identidad, tu estima, tu valor, tu poder, sean una convicción en tu vida, una convicción tan fuerte que aunque venga las tormentas o vientos más fuertes, te proteja y así no caigas en las diferentes corrientes de la vida. Enfoca tu mirada y le hallarás.
“…y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”
Juan 8:32
Mallerly Romero