En el principio Dios creó los cielos y la tierra y todo lo que podemos ver y, dice la palabra de Dios justo en Génesis 1:26 “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”. Entonces no solo nos hizo semejantes a él, sino que puntualmente dice que nos dio señorío sobre toda su creación. El señorío según el diccionario de la Real academia española es dominio o mando sobre algo.
En Salmos 24:1 “De Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo, y los que en él habitan”. Esto nos dice que no solo le pertenecemos a él sino que nada nos pertenece.
Teniendo como base estos dos versículos, se entiende que aunque tenemos el dominio sobre todo, eso no nos hace dueños. Dicho esto, estamos en este mundo como administradores de las bendiciones de Dios, es decir, en la medida en que hemos sido bendecidos tenemos la responsabilidad de darle cuentas a Dios de esas bendiciones recibidas.
¿Realmente somos conscientes de cada bendición recibida y podemos asegurar firmemente que hemos actuado con responsabilidad en todo momento? Sinceramente dudo que podamos responder de forma afirmativa a esta pregunta, sin embargo toda postura se respeta, solamente quiero invitarlos a pensar en las veces que hemos gastado dinero en cosas que no han sido de provecho, por ejemplo malas inversiones, decisiones que nos han obligado a invertir más en alguna actividad para compensar y no obtener pérdidas significativas, me gustaría que pensáramos en las veces que hemos asumido responsabilidades de otros por amor a ellos, quitándoles sus responsabilidades y no permitiendo que sean conscientes del error cometido. Para explicar un poco este último apunte quiero que miremos lo que dice Levítico 10: 1 “Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario y pusieron fuego e incienso en ellos, y ofrecieron delante del Señor un fuego extraño, que él nunca les mandó ofrecer. Entonces, de la presencia del Señor salió un fuego que los quemó, y murieron delante del Señor”. Sabemos que en esos tiempos hacer esas ofrendas a Dios era correcto, el problema del caso es que Dios nunca les mandó a hacer esa ofrenda, entonces debemos ser sabios para hacer las cosas con la seguridad de que es lo que Dios manda.
Dicho esto, tenemos que prestar mucha atención a la voz de Dios en cada paso, administrando las bendiciones que él nos da, siendo atentos a su voz para asegurarnos de hacer su voluntad y no la nuestra, teniendo presente que sus pensamientos siempre son mejores que los nuestros.
YASMIN ASTRID MONTAÑEZ SALAMANCA