Ver un campo listo para la siembra anima a quien tiene las semillas listas en su mano, y ver el fruto después de haber hecho el trabajo es la recompensa de la dedicación.
Hay tantas ocasiones en las que el Señor nos mira con ansias de sembrar las semillas, pero sabe que no es el tiempo, porque nosotros mismos estamos desenfocados de la labor más importante, el lograr que nuestro ser sea suelo permeable a las enseñanzas de su creador.
Estoy convencida de que todos hemos escuchado un versículo que al parecer ya hace parte de los adagios populares, y es que se cosecha de lo mismo que se siembra; al ir un poquito más allá con un análisis más objetivo, nosotros no solemos ser, en la mayoría de los casos, la cosecha que el Señor espera después de tanto amor entregado en forma de enseñanzas, protección y demás bendiciones hacia nuestras vidas.
Miremos a Jesús, amó y perdonó sin limitarse de alguna forma, y aun así recibió rechazo, y hoy en día, más de dos mil años después sigue pasando, pero eso no hace que el sembrador mengue sus cuidados ni que cambie de terreno para sembrar la semilla, no, Él persiste porque desde su visión completa sabe que hay un tiempo para todo y se trata de mantener la paciente perseverancia.
Hoy quiero animar al lector a hacer una retrospectiva e ir removiendo la tierra, sacando lo que ya no va a dar fruto pero que sí puede estorbar para lo nuevo que se siembra, de esta forma estarás ayudando al propio Señor para que te encuentre listo, y de forma recíproca te estarás ayudando a ti mismo para dar fruto en abundancia habiendo preparado tu ser para recibir las bondades del amor puro y verdadero.
Esa decisión será el inicio de una transformación que irá en creciente, porque luego tendrás que expandir el campo de siembra pues en ti brotarán semillas que buscarán nueva tierra para crecer, así que no se trata de crecer solos, se trata de dar un poquito de lo que hemos recibido a los demás y compartirlo en abundancia y sin temor, porque el sembrador y quien hace el trabajo principal sigue siendo el mismo y su amor permanece intacto.
Recordemos que nos llamó a ir y a hacer discípulos por todo lugar y qué mejor forma de hacerlo que preparando terrenos para que la semilla sea sembrada y luego invertir los esfuerzos necesarios para ver los frutos en la cosecha abundante con la mejor calidad.
Gálatas 6:7, 2 Corintios 9:6, Mateo 28:19
Lina Ramirez