Personalmente cuando me preguntaban por mis raíces solía relacionar esto con mis familiares en orden ascendente, es decir, mis ancestros y progenitores, y bueno, para ser sincera a veces me costaba aceptar de dónde venía.
No sé si a ti, querido lector, te ha llegado a pasar algo similar, pero hoy quiero llevarte a reflexionar algo que ocurre al estar en Dios y en realidad es algo impresionante; la cita Salmo 92:13 inicia diciendo “trasplantados a la casa del Señor…” ¡Qué genial!, ¿verdad? Nosotros somos movidos de un lugar, de dónde consideramos venir, a un lugar de honor, a la casa del Señor, pues ahora somos sus hijos al aceptar su llamado y así mismo somos una nueva criatura en Él y mejor aún, movidos a echar raíces y a florecer.
Yo sé que todos en algún momento hemos detallado algo de la creación en la naturaleza, contemplando su belleza y viendo la majestuosidad de Dios en ella, ahora bien, ¿has llegado a pensar que algo similar ocurre con nuestras vidas y aquellos que nos rodean? Pues todos los días compartimos con personas, bien sea cercanas como familiares y amigos, compañeros de trabajo o desconocidos que nos cruzaremos de vez en cuando, pero eso sí, en el intercambio de palabras o profundas conversaciones vamos a interactuar y de alguna forma tendrán la oportunidad de saber cómo soy.
Sin duda alguna aquellos con los que más compartimos nuestro tiempo serán los que identificarán mis verdaderas raíces y de a poco, aunque no lo notemos al principio, iremos inspirando a esas personas, pues indudablemente nuestros comportamientos comenzarán a unificarse y eso determinará que somos cercanos.
Siendo así, encuentra la importancia de florecer en Dios, de dar el fruto correcto, para inspirar positivamente e influir de alguna manera en el cambio de la sociedad; procura que en tu actuar se refleje el amor, la bondad y la gentileza, haz de la alegría un vestido diario que se contagie junto con la paz que necesitamos ante un mundo intranquilo sin olvidar ser paciente pues no todos vamos al mismo ritmo. Sigamos fieles a nuestras raíces, a las nuevas que tenemos al ser adoptados por nuestro buen padre Dios, y marquemos una nueva generación sin permitir que esto sea motivo de alarde, por el contrario, mantengámonos humildes analizando siempre nuestra forma de actuar y permitiendo seguir siendo transformados por aquel que nos amó primero y que comenzó la obra en nosotros hasta perfeccionarla para usarnos en un mundo necesitado de Él.
Salmos 92:12-15, Gálatas 5:22-23
Lina Ramirez