Considero que en la actualidad la humanidad poco a poco sea vuelto consciente de la
importancia de la salud mental y el adquirir estrategias para que esta sea óptima. Ya sea
que vayamos con un profesional de la salud mental, leamos un libro de autoayuda (lo cual
no te recomiendo) o hagamos una búsqueda rápida en Google, encontramos diversos
ejercicios cuya intención es ayudarnos a sobrellevar el presente y afrontar con valentía las
adversidades.
Me imagino que en este punto ya te imaginarás que entre esos ejercicios el más
recurrente es la gratitud, pero ¿qué es la gratitud? Según la Real Academia Española
(2023) se define gratitud al “sentimiento que obliga a una persona a estimar el beneficio o
favor que otra le ha hecho o ha querido hacer, y a corresponderle de alguna manera”. Por
otra parte, si nos vamos por la definición de las Naciones Unidad (Sin Fecha) define que
la gratitud es la cualidad de ser agradecido y que “consiste en apreciar los aspectos (no
materialistas) de la vida y la voluntad de reconocer que los demás desempeñan un papel
en nuestro bienestar emocional”. Por ende, se concluye que para algunos la gratitud se
trata de valorar los favores que un tercero realiza hacia una persona y que ello conlleva a
que, tarde o temprano, nos veamos en el deber moral de corresponder o devolver dicho
favor, mientras que para otros la gratitud se trata de dar valor o aprecio en cada aspecto
dícese tangible o intangible que recibimos de otros.
Ahora bien, en nuestra vida como cristianos se nos ha enseñado a ser agradecidos con
Dios, más que nada porque entendemos que de Él mana la vida y que por amor y
misericordia estamos vivos. A menudo leemos en varios pasajes la importancia de
agradecer a nuestro creador por los favores que Él nos da, pero con el paso del tiempo
hemos mal aprendido a dar gracias solamente cuando vemos que Dios nos da aquello
que le pedimos y ¿qué pasa cuando Dios no cumple nuestra petición o si las cosas en
nuestra vida no son como esperamos que sean? Cuando no obtenemos la nota más en
ese examen, cuando no obtenemos un empleo, cuando hacemos una competencia y
perdemos o cuando no hay dinero para comprar la ropa que nos gusta, los zapatos que
nos gustan o el auto último modelo, que diremos de los hijos cuyos padres no son como el
del compañerito que lo llevan de viaje en cada receso escolar o de los padres que no son
tan inteligentes, talentosos o bien portados como el hijo de fulano o sultano… Así
podemos seguir dando un montón de ejemplos y seguiríamos quedándonos cortos.
Tenemos la mala costumbre que cuando oramos y decimos “gracias” es porque
recordamos solo lo bueno o cuando tuvimos un día bueno, pero la Biblia también nos
enseña que aún en la tribulación debemos ser agradecidos, muchas veces la gratitud no
solamente es decir “Señor, gracias, Señor”, sino que también en nuestra alabanza
también damos gracias; recordemos a Job, según se cuenta la historia, él en cuestión de
horas perdió sus bienes, sus ganados, se le murieron todos sus hijos y ¿qué dijo Job?
“Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó;
sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21 RVR 1960). Él alabó a Dios y con todo el mal
que le sobrevino fue agradecido, también cuando su mujer le dice que deje su dignidad y
reniegue contra Dios, pues recordemos que después le vino una sarna maligna sobre la
piel, Job le dice “¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?” (Job 2:10 RVR
1960) Con todo siguió mostrando agradecimiento con Dios.
En esta vida debemos ser lógicos, teniendo en cuenta que la vida con Dios no te
garantiza tener una vida libre de sufrimientos o de pesares, tampoco que mágicamente
todo nos salga bien y no haya fracasos; si bien, son las circunstancias adversas las que
nos permiten moldear nuestro carácter y nos dan las herramientas para seguir adelante,
pero ante todo siempre ser agradecidos con Dios, valorando la misericordia que él nos da
y la oportunidad constante que nos concede para acercarnos a él. A manera de
testimonio, te cuento que hace unos días fue mi cumpleaños, fue un miércoles y
claramente no quise hacerme expectativas porque sabía que estaría muy ocupada y
demasiado cansada como para celebrar en la noche; pese a esto no pude evitar
colocarme triste porque casi nadie me felicitó, no hubo dinero para al menos pedir un
domicilio y lo más triste fue que me cantaron el feliz cumpleaños de rapidez en mi casa y
en mi trabajo porque todos debíamos trabajar ¿Qué si lloré? Claro que lloré, claro que me
puse triste y lógicamente no pude evitar pensar “este es el cumpleaños más triste que he
tenido” (y fíjate que lo que he tenido son cumpleaños tristes), pero luego de haber llorado
y haberme lamentado; me tomé un momento para reflexionar y dije “Señor Jesús, lo
importante es que estoy viva, estoy sana, tengo un empleo, tengo a un esposo
maravilloso que tú me has dado y constantemente veo tu misericordia cuando abro mis
ojos cada mañana y sigo viva, sigo sana, sigo con mi esposo y sigo teniendo empleo”.
Creo que por fin aprendí que, aunque mi cumpleaños no fue lo que esperaba, aprendí a
valorar a quienes realmente estuvieron para mí.
De eso se trata la gratitud, valorar lo que Dios nos da incluso si no son acordes a nuestras
propias expectativas, sino a lo que Él nos permite tener y vivir para moldearnos, para que
maduremos, para que seamos personas acordes a su voluntad que valoren las cosas de
la vida. No que seamos niños que lloren porque no viajamos a cierto lugar o tenemos el
celular de última tecnología o la casa, el auto, los zapatos y ropa de moda, sino que
aprendamos a vivir el hoy a fijar la vista en lo que verdadera importa y en decir “Gracias,
Señor; te amo, Señor con todo lo bueno y lo malo que me suceda”.
María Margarita Montero